Decía Johan Grimonprez en una entrevista que cada tecnología inventa su propia catástrofe. Y la televisión reinventó una forma de mirar el mundo y de pensar –a través de las imágenes, o atravesados por ellas– sobre la muerte. Como si de una trituradora de discursos se tratara, la televisión atrapa, absorbe y pulveriza en su flujo el torrente audiovisual, que llega a las salas de estar ya desprovisto de cualquier matiz analítico. Son estas cuestiones que inquietan a Grimonprez, cineasta y videoartista belga nacido en 1962, para quien funciona como referencia la obra del novelista norteamericano Don DeLillo y su interés por la relación de los escritores con el poder. A lo largo de la producción de Grimonprez, que incluye películas, videoinstalaciones, trabajos fotográficos y libros encontramos una constante preocupación por las relaciones entre medios de comunicación, la tecnología y los relatos. En su obra, la historia de la televisión corre en paralelo a la construcción de un espectador-consumidor listo para digerir no solo la publicidad que se le ofrece a través de los anuncios, sino también una determinada mirada sobre la realidad vaciada de experiencia y de conocimiento histórico y marcada el miedo a la catástrofe.
Dial H.I.S.T.O.R.Y está construido fundamentalmente a partir de imágenes de archivo que articularon una iconografía del terror provocado por los secuestros aéreos que lideraron grupos terroristas durante las décadas de 1970 y 1980; imágenes que proceden, en su mayoría, de emisiones televisivas que abordan las noticias desde el punto de vista del entretenimiento y el espectáculo. Para mayor escarnio, Grimonprez selecciona los momentos más intrascendentes o incluso cómicos de las entrevistas y reportajes informativos y combina ese metraje con otros procedentes de anuncios o películas corporativas de la industria aérea o de seguridad, todo aderezado terroríficamente por los ritmos discotequeros de la pegadiza melodía de Van McCoy “Do the hustle”. Dial H.I.S.T.O.R.Y pone así de manifiesto esa dimensión espectacular que tiende a descontextualizar la noticia al tiempo que otros discursos cercanos alimentan los fantasmas del espectador construyendo una narrativa del terror que anticipa lo que en 1998 todavía estaba por llegar: la repetición alucinada de las imágenes de las Torres Gemelas desplomándose una y otra vez ante los ojos incrédulos de millones de televidentes el 11 de septiembre de 2001.
Texto publicado con motivo de la proyección de Dial H.I.S.T.O.R.Y en Cineteca Madrid.